domingo, 2 de febrero de 2020

Las clases sociales se volverán clases biológicas


La tecnología como instrumento para mejorar el ser humano, no solo física, sino emocional, mental y moralmente. Esta es la propuesta del transhumanismo. Gracias a la ingeniería genética y al desarrollo de la inteligencia artificial, los cambios que se avecinan son radicales. Pero ¿podremos vivir para siempre? ¿Habrá ética en las máquinas que nos tutelen? ¿El ser humano derivará en una nueva especie? ¿Podremos revertir o al menos detener el proceso de degradación medioambiental del planeta? ¿La tecnología avanzada acentuará la brecha entre ricos y pobres? Antonio Diéguez, catedrático de Lógica y Filosofía de la Universidad de Málaga, y hasta hace poco presidente de la Asociación Iberoamericana de la Filosofía de la Biología, acaba de publicar ‘Transhumanismo’ (Herder), un análisis crítico de este movimiento que focaliza buena parte del debate internacional.

¿Ya somos poshumanos, como sostienen teóricos como Donna Haraway o Rosi Braidotti?

No somos poshumanos en ningún sentido realista que queramos darle al término. No somos cíborgs asexuados que hayan asumido su condición de tales ni hemos creado una nueva especie humana aislada reproductivamente de la nuestra. En mi opinión, es muy improbable que existan seres poshumanos en un futuro cercano y previsible. Pero si continuamos destruyendo el planeta a este ritmo, ciertamente no los habrá nunca, porque no dará tiempo a que puedan surgir. Solo en un sentido metafórico, y de caracterización variable, algunos autores han defendido que la poshumanidad ya está aquí, pero lo que querían subrayar con ello, como en el caso de Braidotti, es que estamos ante un cambio de época en el que el humanismo moderno ha entrado en crisis y está siendo sustituido por una nueva visión del ser humano en la que éste asume identidades múltiples y flexibles, y ya no es considerado el centro del universo ni de la vida en la Tierra.