lunes, 26 de diciembre de 2016

La caída, la guerra contra las máquinas


Una visión de la guerra (y derrota) contra las máquinas, que fue La Caída.

Nos gusta hacer ver que los TITAN aparecieron de la nada, lo destrozaron todo, y luego desaparecieron tan rápido como aparecieron. La verdad, como siempre, es más compleja. Afirmamos saber que los TITAN evolucionaron de alguna forma por accidente a partir de un sistema militar de guerra electrónica, o al menos esa es la teoría. Esto es lo que su nombre significa: un acrónimo para Total Information Tactical Awareness Networks (Redes de Consciencia de Información Táctica Total). Sin embargo, nadie sabe con seguridad de dónde vinieron estas primeras IAs semilla – o si lo saben, no lo dicen. 
Tal vez los TITAN fueron diseñados de forma intencional para ser inteligencias digitales autoconscientes y con capacidad recursiva de mejora. Tal vez los bufones militares pensaron que serían capaces de mantener inteligencias así bajo control, y que les daría la ventaja que necesitaban. Tal vez al principio sólo hubo una, y rápidamente creó cientos, si no miles, de copias de sí misma. 

Nadie sabe siquiera cuántas había. De acuerdo con la historia escrita – y vetada por las hipercorporaciones, por supuesto – ahora sabemos que los TITAN dedicaron varios días después de su “despertar” a escanear el mundo a su alrededor, a aprender acerca de nosotros. En esta su fase inicial fueron relativamente benignos, dedicándose a robar potencia de red y recursos sólo donde había de sobra, y extendiendo sus sentidos más allá de su cuna en la Tierra. Tal vez estaban tratando de aprender todo lo que podían para poder entendernos. Tal vez les resultábamos indiferentes.

O tal vez estaban planeando ya cómo destruirnos a todos, como dicen todos los videos.

Recuerdo esa época. Recuerdo que cuando estalló esta nueva oleada de conflictos en la Tierra, no se dijo una palabra sobre IA semilla ni sobre los TITAN. Durante meses y meses, fue simplemente un recrudecimiento de hostilidades. Comenzó con acusaciones de operaciones de guerra electrónica e intrusiones graves, lo que dio como resultado diversas alarmas y ataques de castigo. Las posiciones agresivas acabaron convirtiéndose en recriminaciones, y luego en incursiones y conflictos fronterizos, seguidos por ataques con misiles y hostilidades abiertas. Las viejas rencillas y los enemigos durmientes se despertaron de forma repentina y volvieron su furia renovada contra sus antiguos enemigos. Estallaron guerras menores, rivalidades corporativas y disputas ideológicas, mientras que de repente aparecieron insurgencias y rebeliones por todo el globo.

En aquel momento, parecía que un nuevo brote de violencia había tomado un giro drástico y comenzaba a quedar fuera de control. De acuerdo con los poderes actuales, todo esto fue un esfuerzo cuidadosamente coordinado, la primera fase en los planes de los TITAN. Tal vez lo fuera, aunque recuerdo que hubo una época en la que algunos oficiales militares afirmaron que los TITAN se activaron a causa de esta violencia, y no antes de ella – una opinión que se silenció rápidamente. Por otro lado, tal vez jugaron realmente con nosotros – inteligencias superiores a las que apenas si se dignaran a enfrentarse ellas mismas con nosotros cuando se dieron cuenta que estábamos más que dispuestos a aniquilarnos nosotros solos.


Cuando llegaron los primeros informes de extrañas fábricas automatizadas que creaban grandes cantidades de armas robóticas salieron a la luz, nadie supo a quién culpar, pero no quedaba duda de que había algo que iba mal. Este fue un momento decisivo, una posibilidad para que la humanidad se diese cuenta de que nos enfrentábamos a un nuevo enemigo colectivo, pero las acusaciones y los conflictos directos continuaron. Incluso cuando comenzaron los primeros ataques de los TITAN, acabando con sistemas importantes, haciéndose con el control de infraestructuras críticas y extendiendo el caos y la destrucción, los tratamos como si fueran un nuevo frente en la guerra, y nunca dejamos de pegarnos tiros unos a otros.

Aún se debate si debimos haber tratado de conferenciar con los TITAN, o si hubieran estado dispuestos a escucharnos, o si tan siquiera nos hubieran visto como algo más que como ratas, o cucarachas, o algún otro tipo de peste. Pero es una cuestión puramente académica. El hecho es que no lo hicimos. La gente que tomaba las decisiones, los que tuvieron que darlo todo, consideraron a los TITAN una amenaza. Y actuaron en consecuencia, tratando de purgarlos de sus sistemas o de capturarlos para un estudio futuro.

El filósofo Thomas Hobbes habló una vez de la guerra de todos contra todos. Sea lo que fuere lo que imaginó, no pudo haber sido nada ni parecido al conflicto comenzado por los TITAN. Nos asesinamos unos a otros a millones, con fuego nuclear y con la muerte silenciosa de las bioplagas indiscriminadas. Los TITAN caminaron entre la carnicería, tomando el control de nuestras máquinas como si fuéramos niños, cosechando millones de mentes con cargas forzadas para propósitos desconocidos. Cada ataque que lanzamos contra los TITAN acabó en desastre, todos nuestros artefactos y aparatos se volvieron en nuestra contra durante nuestro momento de necesidad.


La Caída fue el horror. Aparecieron fábricas como si fueran plagas en los lugares más asolados y desiertos de la Tierra, cada una de ellas expulsando legiones de terroríficas máquinas de guerra. Nanoenjambres avanzados – muy por encima de nuestras capacidades – lo infestaron todo, mutando para enfrentarse a cualquier amenaza que se encontraran. Nanovirus biológicos arrasaron poblaciones humanas, causando daños neurológicos irreparables. Poderosos gusanos de guerra electrónica penetraron incluso en los sistemas más protegidos, destrozando con facilidad redes cruciales. Las poblaciones prisioneras de los TITAN fueron reunidas para someterse a emulaciones mentales forzadas, sufriendo un destino más afortunado que el de los que simplemente fueron decapitados por drones recolectores de cabezas o destrozados por robots con probóscides de neuro escáneres. Los virus neuropáticos convirtieron a algunos humanos en peones de los TITAN, volvíendoles contra nosotros. Otros informes hablaban de sucesos extraños, incomprensibles, y de terrores inimaginables.

Nos acabamos encontrando combatiendo en la retaguardia frente a la extinción. La trama de un centenar de novelas y películas se hizo realidad en nuestra época, la perdición de la transhumanidad a manos de las máquinas. Durante más de un año, nos acecharon y nos destruyeron. Parecía que por su parte no tenían prisa por acabar con nosotros, ¿y por qué habrían necesitado correr? Nada de lo que hacíamos les afectaba. Eran datos e información, eran pensamiento e impulso, estaban en todas partes y en ninguna, y no había nada que pudiéramos hacer que ellos no pudieran devolvernos. Su influencia se extendió más allá de la Tierra, con epidemias en órbita, en Luna, Marte, Titán, y en muchos otros lugares. Allá donde teníamos una cabeza de puente, los TITAN nos siguieron.

Tal vez recuerdes el momento en el que quedó claro que era muy posible que la transhumanidad no sobreviviese. Yo sí que lo recuerdo. Y así dio comienzo la gran diáspora, incontables masas haciendo lo que pudieran para escapar de la Tierra. Se desviaron naves, e incluso se construyeron nuevas, para ayudar a escapar a la gente. Aquellos que no fueron capaces de comprar su huída hicieron todo aquello que estuvo en su mano para enviar sus backups digitales, con la leve esperanza de que fueran capaces de obtener nuevos cuerpos. Tal vez escapó uno de cada diez. Es posible que hayas oído que nos unimos para detener la amenaza, que en nuestra hora más aciaga perdonamos frente a la extinción antiguas rencillas y odios ancestrales. Eso sería una mentira abyecta, a la vista de los diez millares de abatidos en Buenos Aires por tropas norteamericanas que trataban de escapar, o de la puesta en compromiso de la seguridad de las redes de más de dos docenas de hábitats en las órbitas de Lagrange por parte de competidores corporativos mientras sus rivales trataban de enfrentarse a un ataque TITAN. No teníamos ningún problema en aniquilarnos nosotros solos.

Entonces, tan rápidamente como habían aparecido, los TITAN se desvanecieron. A lo largo de una semana, los ataques y perturbaciones se fueron haciendo cada vez más raros, y luego se retuvieron por completo, salvo algun estallido ocasional. Los ataques y venganzas de los nuestros se mantuvieron durante unos pocos meses, pero el daño que nos hicimos a nosotros mismos no fue nada en comparación con lo que habían hecho los TITAN. Después de la tormenta, nos encontramos en mitad de las ruinas humeantes de la transhumanidad y vimos todo lo que habíamos perdido. De los miles de millones que existían antes de la Caída, menos de uno de cada ocho había sobrevivido, y menos aún tenían un cuerpo.

Sea como fuere, los hábitats y estaciones supervivientes estaban a reventar, y las tensiones se incrementaban. Enormes cantidades de infugiados se quedaron almacenadas, ya que simplemente no había suficientes cuerpos a mano como para acomodarlos a todos. Algunos se quedaron en almacenamiento permanente, donde quedaron olvidados. Otros fueron enclaustrados en realidades virtuales, sin otra elección aparte de vivir sus vidas en ambientes simulados. Unos pocos afortunados tuvieron la oportunidad de trabajar como mano de obra barata, a menudo en la construcción de nuevos hábitats, bajo la promesa de obtener algún día un cuerpo a cambio de su trabajo. Los habrás visto, sin duda, trabajando en sintemorfos baratos en tareas serviles o peligrosas, fuera de la vista del resto de nosotros.

Los muertos o los sin cuerpo eran el menor de nuestros problemas. Nuestra guerra con los TITAN había convertido a la Tierra en un yermo tóxico, irradiado y humeante, aún poblado por plagas y máquinas peligrosas. El recién formado Consorcio Planetario, compuesto por intereses hipercorporativos de las colonias lunares y marcianas, pusieron a la Tierra y sus órbitas cercanas en cuarentena. La razón oficial es que se hizo por motivos de seguridad, supuestamente para evitar que salgan amenazas de los confines de la Tierra. O tal vez no aguantamos ver a nuestro planeta natal en ese estado y enfrentarnos a lo que nos hemos hecho a nosotros mismos. Incluso ahora, diez años después, se nos dice que la Tierra es peligrosa, que contiene riesgos y sorpresas. Pienso que eso es cierto, en parte –sin lugar a dudas hay sorpresas, pero el Consorcio Planetario las quiere para ellos.

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