sábado, 9 de enero de 2016

Destrozándonos desde antes de la caída


Nos dice Eclipse Phase que antes de la llegada de los TITAN, los humanos ya estabamos destrozándonos a nosotros mismos y al planeta con un capitalismo brutal y un interés nulo por la conservación del mundo.





Mas allá de videos motivacionales, el capitulo introductorio del manual nos mete en ambiente sobre como la humanidad acabó al borde de su extinción.


¡Naciones! ¡Ja! Incluso en los albores del siglo 21, las naciones estaban comenzando su declive. Sólo que nos costó un tiempo darnos cuenta de que eran obsoletas. ¿Recuerdas las grandes naciones del mundo?¿Eres lo bastante viejo como para recordar cómo se sentaban unas junto a otras y debatían si los grandes cambios climáticos que estaban provocando eran siquiera reales? Incluso cuando muchos de ellos se pusieron de acuerdo en que hacía falta hacer algo, ninguno de ellos lo hizo. Los líderes del mundo siguieron con sus negocios como siempre, seguros en sus privilegios, mientras sequías arrasaban África y Asia Central, Europa se congelaba, y el clima causaba estragos en todas partes. La gente en todo el globo estaba sintiendo los golpes del hambre o las epidemias generalizadas, pero las naciones más poderosas estaban más preocupadas por las olas de refugiados que se agolpaban en sus fronteras y polucionaban sus delicados paraísos con sus costumbres y sus idiomas y su disposición a trabajar por una miseria sólo por sobrevivir.

Las guerras por el petróleo y la energía no hicieron sino empeorar con las guerras por el clima y el agua que las siguieron. Regímenes inestables se alzaron y cayeron, o se les dejó de lado, todo en la búsqueda de preciados líquidos. Las grandes naciones estado se transformaron en fortalezas, protegidas contra las amenazas gemelas de los bárbaros que les amenazaban desde fuera y las masas de sus pobres y desposeídos desde dentro, todos ellos queriendo entrar para obtener un sorbito de agua.

Sabes, he llegado incluso a oír a algunos conservadores referirse a esa época como una edad dorada, un punto álgido para las corporaciones y los ricos. No hay duda de que fue una época dorada de represión – y beneficios. Si eras parte de la fracción de un punto percentil de población capaz de permitírselo, sin lugar a dudas fue una buena época, pero para la mayoría de la humanidad fue una época de horrores. Las desigualdades globales eran peores que nunca. Los autómatas estaban eliminando trabajos para manos humanas. Para muchos fue una época de radicalización. Los gobiernos en decadencia ya no proporcionaban a su pueblo las necesidades básicas. Los pobres globalizados se convirtieron en tribus locales, grupos fundamentalistas y redes criminales en busca de medios para sobrevivir. Los grupos insurgentes florecieron, pero dependían del mercado negro para su supervivencia, y pronto a sus líderes les preocupaba más hacer dinero que hace cambios.

Como siempre, las naciones estado recurrieron a la represión. Se restringieron las libertades civiles y se incrementó la vigilancia. Se desplegaron sistemas de armas automatizados, primero contra guerrillas y células terroristas y luego contra agitadores y protestantes. Recuerdo la primera vez que vi esos drones policiales, durante una manifestación en apoyo de una huelga de trabajadores en Long Beach. Los drones nos ordenaron que nos dispersáramos una vez, una única vez, antes de abrir fuego con sus armas “no letales”. No letales y un huevo. Ese día murieron tres personas y docenas fueron heridas. Los medios de comunicación más importantes lo ignoraron, a pesar de que los blogueros no lo hicieron.

Mientras tanto, las élites privilegiadas seguían prosperando. Los tratamientos de longevidad extendieron sus esperanzas de vida – para aquellos que se los podían permitir. Fuertes medidas de presión acabaron con los medicamentos de marcas blancas y los procedimientos de copia ilegal de bioquímicos pioneros, incluso a pesar de que la esperanza de vida media mundial decrecieron por vez primera en décadas. ¿Por qué extender la vida de tantos pobretes, cuando sistemas expertos tan inteligentes como cualquier humano se podían construir en una fracción del tiempo que haría falta para educar a una persona real, y las tecnologías robóticas y de drones permitían quitarles trabajos a la gente y dárselos a mano de obra a la que no había que pagar y no se quejaba? Al fin y al cabo, los ricos ya tenían caras mascotas quiméricas de diseño para que les hicieran compañía. Sin embargo, no todos los miembros de las clases altas se estaban refocilando en la opulencia mientras que el resto del planeta se moría de hambre o ahogado. Unos pocos se preparaban para los cambios que vislumbraban en el horizonte, elucubrando la forma de mantenerse. Algunos de estos buscaban expandir sus dominios, construyendo un elevador espacial en el África subsahariana y enviando sondas robóticas para cartografiar el sistema solar en todo detalle. Incluso fundaron las primeras estaciones en Marte y la Luna, más de cincuenta años antes de la Caída.

Sin embargo, el apocalipsis ecológico no iba a remitir, no importaba cuánto lo quisieran ignorar los que estaban en el poder. Duros inviernos y sequías seguían asediándonos. El ascenso del nivel de los océanos devastó las costas en todo el mundo con enormes inundaciones. Los intentos de última instancia de llevar a cabo proyectos de geo ingeniería de mega escala crearon tantos problemas como resolvieron. De todas formas estos esfuerzos fueron bienvenidos con cinismo, ya que algunos fueron poco más que pruebas ligeramente veladas de técnicas de terraformación diseñadas para despliegue extraplanetario.

A menudo parecía que la visión de los poderosos ya no estaba enfocada en el planeta que les rodeaba, sino más bien en los cielos situados encima suyo. La finalización del primer elevador espacial y el primer acelerador de masas en la luna dieron el pistoletazo de salida a una nueva carrera espacial, y la competición esta vez fue por reclamar derechos por todo el sistema solar. Toda esta nueva expansión se hizo con la energía de las primeras plantas de fusión eficientes construidas en masa y con el establecimiento de empresas mineras de Helio-3.

Sin embargo, de vuelta a la Tierra, el martillo acabó por caer. Los insurgentes adoptaron técnicas de combate de quinta generación, compartiendo métodos de resistencia de código abierto, utilizando ataques de enjambre en puntos críticos del sistema. El pueblo, oprimido bajo años de opresión, se alzó ante esta oportunidad y asestó golpes a las estructuras gubernamentales y de las corporaciones que les plantaron de rodillas. Nación tras nación cayó frente a las insurgencias, al frente de las cuales se encontraba gente que había combatido en millares de guerras pequeñas por combustible, charcas y cortezas de pan.

La mayor parte de los estados trataron de combatir esto volviéndose más totalitarios y represivos,
pero la marea de la rebelión se extendió por todo el mundo a la vez que una serie de estaciones y puestos de avanzada se declararon a favor de sus compatriotas terráqueos y anunciaron un manifiesto en pro de una aproximación más humanista a la expansión solar.
Incluso numerosos científicos e ingenieros, que anteriormente habían trabajado como peones en expansiones corporativas, adoptaron una postura tecno progresista.

Sin embargo, este fue el momento en que despegaron realmente las hipercorporaciones, esos
bastardos caníbales. Dejaron que las naciones estado y las abotargadas multinacionales de antaño cargasen con la mayor parte de la rabia y los asaltos globales. Se aprovecharon del caos para liberarse de los antiguos frenos morales y éticos hacia la experimentación humana y del alcance legal de las naciones que les habían visto nacer. Se aprovecharon de las oportunidades que daban las numerosas nuevas tecnologías y se embarcaron hacia el espacio. 
Mientras los últimos de los antiguos estados se aferraban al poder y a sus territorios de forma cada vez más desesperada, las hipercorporaciones les extendieron una mano en gesto de ayuda. Les ofrecieron un trato de préstamos draconianos a aquellos dispuestos a firmar su rechazo a sus derechos y a su humanidad a cambio de un viaje fuera del planeta, para trabajar como siervos en corporaciones y estaciones coloniales. 

Cientos de miles aceptaron la oferta como alternativa a la aplastante pobreza y el caos de la Tierra. Los negocios de explotación de recursos crecieron como las setas por todo el sistema solar, y se establecieron estaciones incluso en el Cinturón de Kuiper. Se ignoró a cualquier voz que hablase de respetar la biodiversidad y las ecologías naturales, y las hipercorporaciones se afanaron en reformar diversos planetas y lunas a su voluntad. 

Esta fue la situación hasta aproximadamente veinte años antes de la Caída. 

Aunque muchos de los antiguos estados opresores habían sido derribados, nacieron otros nuevos, y las diversas insurgencias globales oscilaron entre efectuar cambios radicales y caer en las mismas trampas de guerras tribales. Las fuerzas reaccionarias políticas y religiosas en la Tierra también se
enfrentaron a las agendas de las hipercorporaciones, dando como resultado algunos ataques terroristas y huelgas saboteadoras, que culminaron en un intento fallido de destruir el elevador espacial por parte de una célula suicida islamista. Las hipercorporaciones se vengaron con rapidez, ordenando un bombardeo orbital utilizando objetos de alta densidad contra los cuarteles generales y las bases de varios líderes clave opositores.
Aunque efectivos a la hora de decapitar a diversas redes terroristas, la destrucción masiva fue la chispa que inflamó la rabia contra las hipercorporaciones, creando una brecha aún más profunda entre la Tierra y los intereses extraplanetarios. 

La Tierra, la pobre Tierra, seguía sufriendo una muerte lenta. Aún puedo recordar las especulaciones que decían que harían falta siglos para que la Tierra cayese en una devastación ecológica total. Era frustrante; miraras donde mirases, parecía que alguien se lamentaba del estado de la madre tierra, pero nadie quería hacer nada.
Era demasiado caro, o estaba demasiado lejos, o era demasiado peligroso. Para aquel entonces todo teníamos las manos manchadas de sangre. Todos nos quedamos mano sobre mano y observamos desde nuestras casas en órbita mientras el mundo ardía alrededor de nuestros hermanos y hermanas. Pensábamos que teníamos tiempo, que el mundo estaba muriéndose lentamente y que podríamos encontrar la cura. Los TITANs no estaban en nuestros planes.


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